Vision

Riachuelos en el desierto: aceptar la nueva obra de Dios

By Ed Love

¿Dónde anhela Dios transformar lo imposible en posible en tu rincón del mundo?

Isaias 43:19 declara: "!Voy a hacer algo nuevo! Ya esta sucediendo, ?no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto y rios en lugares desolados". Esta promesa revela la naturaleza vivificante de Dios, que anhelatransformarloimposibleenposible. Es una declaración que resuena a lo largo del tiempo y nos llega hoy para recordarnos que la obra renovadora de Dios está ansiosa por florecer.

La obra de renovación de Dios nos desafía a abrir los ojos al cambio en lugares inesperados. A lo largo de la historia, Dios ha demostrado su capacidad para obrar en las circunstancias más desoladoras. Pensemos en los lugares secos y desgastados de las Escrituras: el desierto por donde deambulaban los israelitas, el valle de los huesos secos en la visión de Ezequiel, el pesebre de Belén y la tumba en la que Jesús fue enterrado. Estos eran lugares que carecían de esperanza, pero se convirtieron en el escenario del poder transformador de Dios.

Hoy en día, dentro de La Iglesia Wesleyana, hay innumerables historias de vidas renovadas que surgen en espacios olvidados o abandonados.
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Se han plantado iglesias en centros urbanos donde la pobreza y la violencia parecían insuperables. Las congregaciones se han dedicado al ministerio con inmigrantes y refugiados, creando comunidades de sanación y esperanza. Personas y organizaciones han respondido al llamado de fundar iglesias en las prisiones, para llevar la luz de Cristo a quienes se sienten abandonados por la sociedad. Un grupo de iglesias wesleyanas, en colaboración con el Distrito Noreste y el Movimiento de Iglesias para la Recuperación (www.Recovery.church), se han unido recientemente para fundar una nueva iglesia centrada en la evangelización y la formación de discípulos dentro de la comunidad de adictos en recuperación. Además, cientos de iglesias wesleyanas han forjado alianzas ministeriales globales, llegando a grupos de personas que viven sin acceso al evangelio.

¡Estos testimonios nos recuerdan que lo que puede parecer un desierto puede convertirse en torrente de agua viva!


Escuchar, buscar y responder al llamado de Dios

Para participar en las nuevas obras que Dios está realizando, primero debemos escuchar atentamente Su voz, crear un espacio para la oración, sumergirnos en las Sagradas Escrituras y buscar consejo dentro de la comunidad cristiana. Como el profeta Elías, que no encontró a Dios en el viento, el terremoto o el fuego, sino en un suave susurro, debemos permanecer atentos a las formas sutiles, pero profundas en que Dios se revela.

Sin embargo, escuchar es solo el principio. Según Hechos 1:8, también estamos llamados a buscar oportunidades de cambio. Esto requiere una postura de expectativa y curiosidad. Con frecuencia, Dios obra de maneras que desafían la lógica humana, y debemos resistir la tentación de limitar las posibilidades de Dios basándonos en nuestra comprensión limitada. Es en estos momentos de observación intencional cuando empezamos a discernir dónde está obrando Dios.

Por último, responder al llamado de Dios con valentía y fe. Cuando nos adentramos en los lugares a los que Dios nos conduce, puede que nos enfrentemos a la incertidumbre o a la oposición. Sin embargo, es en estos actos de obediencia que nos convertimos en receptores del poder transformador de Dios. Como nos recuerda Isaías 6:8, independientemente de la presión que nos rodea, nuestra respuesta debería ser simplemente: “Aquí estoy. ¡Envíame a mí!”

Habitar en lo imposible

El llamado a habitar en lo imposible no es para los débiles de corazón. Requiere la voluntad de entrar en lugares que otros han abandonado, abrazar a las personas marginadas por la sociedad y de afrontar retos aparentemente insuperables. Estos son precisamente los espacios donde el poder de Dios es más evidente. Estas son varias maneras prácticas de empezar a llegar a los lugares difíciles:

  • Evaluar la necesidad: Comience por identificar las áreas de su comunidad que se sienten ignoradas o abandonadas. Podrían ser barrios que luchan contra la pobreza, poblaciones marginadas por la sociedad o espacios plagados de sequedad espiritual. Realice encuestas, interactúe con los líderes locales y dedique tiempo a observar y orar por estos lugares. La Iglesia Wesleyana ofrece actualmente una herramienta de investigación demográfica a la que cualquier iglesia puede acceder en wesleyan.org/MissionInSite.

  • Construir relaciones: La transformación comienza con la conexión y la confianza. Invierta tiempo en construir relaciones genuinas con las personas a las que se siente llamado a servir. Escuche sus historias, comprenda sus necesidades y demuestre que le importan.

  • Atender las necesidades básicas: Con frecuencia, el primer paso hacia la renovación espiritual es satisfacer las necesidades tangibles. Esto puede implicar organizar campañas de recolección de alimentos, ofrecer apoyo educativo, proporcionar mentores para niños y adolescentes o abordar problemas de salud. Demostrar el amor de Dios a través de la acción abre las puertas a conversaciones más profundas sobre la fe.

  • Estar presente y ser constante: El ministerio en lugares difíciles requiere un compromiso a largo plazo. Prepárese para permanecer presente incluso cuando el progreso parezca lento o surjan desafíos. La constancia genera credibilidad y crea oportunidades para lograr un impacto sostenido.

  • Equipar y capacitar a otros: El ministerio no es un esfuerzo individual. Fortalezca a los líderes locales, involucre a los multiplicadores de la misión, capacite a los miembros de la comunidad e incluya a toda su iglesia en la obra. Al equipar a otros, el impacto del evangelio se multiplicará inevitablemente.

  • Ora sin cesar: Por último, cubra la obra en oración. Busque la guía, la protección y la provisión de Dios al adentrarse en situaciones difíciles. Confíe en que el poder de Dios se perfecciona en su debilidad.

Una visión para el futuro

Al reflexionar sobre Isaías 43:16-21 y el tema de “Hacer algo nuevo”, debemos preguntarnos: ¿A qué cosa nueva nos llama Dios? ¿Dónde están los lugares secos y afligidos de nuestras comunidades, y cómo podemos habitarlos con la esperanza de Cristo? ¿Cómo podemos, como cuerpo de Cristo, colaborar con Dios?

La Iglesia Wesleyana tiene una rica historia de intervención en zonas marginadas, desde abogar por la abolición hasta defender la santidad y la justicia. Este legado nos llama a seguir buscando los lugares donde más se necesita la luz de Dios. Nos llama a escuchar la voz de Dios, a buscar un movimiento de Hechos 1:8 y responder con fe y obediencia.

A medida que avanzamos en esta época de renovación, comprometámonos a ser un pueblo que acepta lo inesperado. Estemos dispuestos a adentrarnos en lo desconocido, confiando en que Dios ya está obrando, para que otros puedan ver y conocer el poder transformador de Jesucristo. Porque Dios abre caminos en el campo y riachuelos en el desierto.


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